miércoles, 18 de abril de 2012

Historias de Santa Berza: el oro del río Brassica

Este post está motivado por un cruce de mensajes en Twitter en relación al precio del oro y su relación con las monedas fiduciarias (fiat money). Lo he redactado a modo de historia, para hacerlo más ameno. Espero que resulte didáctico.


Esta es la historia de lo sucedido en un pueblecito de Colifornia, llamado Santa Berza por los primeros colonizadores que allí se asentaron. Santa Berza es una comunidad relativamente autosuficiente a las orillas del río Brassica que constituye además de la fuente de agua para los numerosos regadíos de la región casi la única vía de comunicación con el mundo exterior.

En Santa Berza muchos de sus habitantes se dedican a la agricultura y la ganadería. Existe también una serrería, un herrero, una destilería de whisky y algunos otros negocios que permiten llevar una vida relativamente plácida y tranquila. También hay un importante centro de estudios agronómicos cuyos resultados de investigación son prontamente aplicados en la producción agraria mejorando año a año la producción e impulsando un período de generalizada bonanza.

En Santa Berza la moneda de curso legal es el oro. Existe una cantidad de monedas de oro que se utilizan en las transacciones comerciales. Algunos de los habitantes de Santa Berza además gustan de guardar parte de su oro como depósito de valor frente a lo que en un futuro pudiese acontecer: ahorran oro guardándolo bajo el colchón.

Si bien en un principio apenas se notó, poco a poco la escasez de oro empieza a ser preocupante. Las cosechas son cada vez más abundantes y no hay problemas de suministro ni de alimentos ni de ningún bien de primera necesidad. Sin embargo, dado que cada vez que se intercambia algo (alguien compra un saco de trigo o un pantalón de lana) esto apareja una transmisión de dinero y éste es cada vez más escaso Santa Berza está padeciendo una deflación generalizada. El oro cada vez es más valioso, lo que significa que un agricultor cada vez percibe menos oro en el mercado por su cosecha. También es verdad que los otros bienes cuestan menos, pero no todos los productos bajan de precio a la misma velocidad y quienes más sufren esta asincronía son los productores de materias primas que ven mermada su capacidad adquisitiva: hay gente que se está empobreciendo pese a que cada vez el aparato productivo de Santa Berza es mejor y más eficiente.

Un día por la mañaña el pueblo se vió sorprendido por el revuelo del descubrimiento de una pepita de oro en las aguas del río Brassica. Parece ser, que río arriba, cerca de Brocoli's Mill podría haber un importante yacimiento. La noticia corrió como la pólvora y muchos habitantes de Santa Berza vendieron sus tierras y ganado, compraron cedazos y mulos y se lanzaron a la aventura. Una importante fracción de la población activa de Santa Berza se marchó a probar fortuna y resultaba imposible cultivar todas las tierras o atender a todo el ganado. Había menos manos para trabajar y la producción de Santa Berza disminuyó sensiblemente. Tampoco había bocas que alimentar de modo que no supuso ningún trauma: sencillamente se abandoron las tierras más improductivas y se sacrificaron más lechones y terneros en edades tempranas (antes de que que se convirtiesen en cerdos o vacas).

El yacimiento de oro superó con creces las expectativas de los más optimistas. Había oro por doquier y bastaba con agacharse a recogerlo. Los buscadores de oro cargaron sus mulos hasta el límite de la extenuación y poco a poco regresaron al pueblo. "Somos ricos", pensaban. Lo cierto es que cuando llegaron al pueblo en un primer momento se desató el frenesí. El dueño del saloon hizo más caja que en toda su vida. De hecho, en un momento el whisky se agotó. La última botella, en la orgía de la celebración, se subastó por cuatro lingotes de oro. Aquello debió ser tomado como una señal, pero nadie se dio cuenta hasta que fue demasiado tarde....

Los nuevos ricos querían utilizar su recién adquirida fortuna, pero los alimentos y demás bienes, escasos ya que se habían producido menos, subían de precio a cada minuto. Los precios se dispararon y gran parte del oro acabó en manos de los agricultores a los que los buscadores habían vendido las tierras. El valor del oro, incluido el oro bajo el colchón de algunos ancianos que no habían participado de la fiebre anterior, era cada vez menor. De nuevo, aparecían pobres, esta vez a causa de la inflación.

Ante la situación de emergencia se tomaron una serie de medidas. Por un lado, alguien que había leído el libro de Economía de Samuelson y el ejemplo de los cañones y la mantequilla fue capaz de alertar a la población de lo importante que era dedicar los recursos a actividades productivas (agricultura, ganadería, investigación y procesos de mejora...) y no a "fabricar dinero". Cada hombre que fue a buscar oro fue un hombre perdido para producir algo valioso. Por otro lado se dieron cuenta de que el oro era una mala moneda: las variaciones en su cantidad alteraban el precio de los bienes y no de forma uniforme, generando siempre pérdidas para algunos. Hacía falta un dinero que no faltase cuando la gente decidiera ahorrarlo. Un dinero cuyo valor no se alterase en gran medida con el paso del tiempo. Un dinero que fuese barato de hacer pero a la vez difícil de falsificar y cuyo suministro pudiese ser controlado por la autoridad. Inventaron el banco central y la circulación fiduciaria. Y son más felices ahora.

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